Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles. - Bertolt Brecht -

lunes, 14 de marzo de 2011

CUENTO DE LAS PASIONES Y VIRTUDES (Mario Benedetti)

Antes de que este planeta estuviera habitado por hombres y mujeres, vivían en él, pasiones y virtudes. En el planeta Tierra estuvieron viviendo durante cientos y cientos de años, durante toda una eternidad pasiones y virtudes, que se aburrían de lo lindo viendo el transcurrir de los siglos. Así cada día trataban de inventar un juego nuevo al que jugar para que se hiciese más llevadera la larga, larga, larga, larga existencia. Solía ser la Imaginación la que proponía los juegos y un día propuso jugar al escondite. A todos les pareció bien, todos estaban entusiasmados con la idea, pero claro, ¿quién se la liga? La primera en levantar la mano fue la Locura: ¡Yo, yo me la ligo! la Locura... Bueno está bien pues ¡ala a contar!, vuelve la cabeza contra ese árbol y comienza a contar mientras nos escondemos. La Locura se dio la vuelta, volvió su cara contra la corteza del árbol y empezó a contar una cuenta imposible: 1, 7, 2, 55, 88, 3... y una a una, uno a uno se fueron escondiendo todos y todas. La Locura seguía su cuenta y cada uno iba buscando el lugar más apropiado en el creían que la locura no los podría encontrar. Poco a poco se fueron escondiendo todos excepto uno que tardaba en encontrar su lugar apropiado, ese era el Amor. Y es que ya sabéis que el amor es bastante indeciso y andaba de un lado para otro buscando donde meterse. La Locura seguía con su cuenta 55, 6, 99, 100 ¡voy! Se dio la vuelta y el Amor se metió en el primer lugar que vio. Se metió de un salto en un matorral de zarzas que había allí cerca, allí se coló y se quedó agazapado con la esperanza de que la locura no lo viera. Y no lo vio. A quien primero se encontró la Locura allí tumbada fue a la Pereza, a la Imaginación la vió entre las nubes, a la Mentira la vió allí pero como era mentira, estaba allí, la mentira... Y así uno a uno fueron apareciendo todos, la Locura fue encontrándolos a todos. Al poco rato faltaba solamente el Amor. Es que ya sabeis que encontrar el amor es bastante difícil. El juego ya empezaba a hacerse pesado, así que la Locura empezó a impacientarse: Amor sal ya, que se hace tarde... Pero el amor ya sabeis que es muy indeciso y no solamente uno tarda en encontrarlo sino que a veces tarda demasiado en salir a la luz. El Amor, asustado, no salía. La Envidia, que suele preocuparse más de los demás que de sí misma, se acercó al oído de la Locura y le dijo: el Amor está oculto en esas zarzas. la Locura muy enfadada trató de meter la mano entre las zarzas para sacar al Amor de las solapas con la mala fortuna que se pinchó con una espina. Y es que a veces hacer salir al amor es doloroso. La Locura, muy enfadada, arrancó una vara que había en el matorral y empezó a agitarla entre las ramas. De repente, sonó un grito. De entre las ramas de las zarzas salió el Amor con las cuencas de los ojos ensangretadas, la Locura en su locura, al agitar la vara entre las zarzas le había sacado los ojos al Amor dejándolo ciego para siempre. Todos se quedaron muy callados mirando al Amor con las cuencas vacías, sin saber qué decir, nadie. Quizá aquella fue la única ocasión en la que la Locura habló con un poquito de cordura, porque dijo: no os preocupeis, desde ahora yo seré sus ojos. Y es por eso que desde entonces el Amor es ciego y la Locura son sus ojos.

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